¿Cuándo pude poner en palabras parte de mi transformación?
¿Cuándo pude explicarme el camino que vengo recorriendo?
Y un día …me miré las manos y ahí estaban las uñas cortas, sin pintar, listas para ir a la tierra, preparadas para poder empujar el plantin del almácigo, desde abajo del contenedor haciéndolo salir con cuidado, tratando que el pan de sustrato que recubre sus raíces quede intacto. Lo hacía con esas manos, mis manos, manos de huertera, uñas cortas, sin pintar.
Estaba en clase, (voy de oyente a la clase de botánica de la Universidad de Luján), y al día siguiente tenía fotos con una tremenda fotógrafa de moda, de repente recibo un mensaje en mi WhatsApp «uñas arregladas, y pintadas» (decía Marite, la fotógrafa). Me pedía que vaya con las uñas arregladas y con un color de esmalte lindo! Esto se sumó a la imposibilidad de usar todos los vestidos de mi diseñador favorito, porque no había podido entrar en ellos como lo hacía habitualmente! Por unos minutos me lamenté por todo. Pero al mismo tiempo volví a mí, a la que estaba sentada en el banco de la facultad escuchando a Martín (es el profesor que estaba hablando de la célula) volví a mí, a la que está en el jardín metiendo las manos en la tierra, volví a mí, a la persona que se alimenta saludable, y ahí en ese instante entendí y sentí que la que iba el martes a la producción de fotos era esa, esa de ahí, esa de ahora, ni la que fue, ni la que por algún instante pensó que podría haber sido.
Llegó el día de las fotos y la que llegó a trabajar era yo, la yo de ahora. El trabajo en equipo fue placentero, alegre y muy profesional. Había armado un equipo que lideré con entusiasmo y seguridad porque en ese momento logré querer la persona que estaba ahí, la persona que soy, en un instante acepte mi recorrido, mis elecciones. En un instante acepté mi transformación, quien soy ahora: Paula Colombini, la chica de la huerta.